Good evening, folks!
Before starting, i must advert you, guys: this Fanfic is written in spanish. I will understand if you don't like it, but i hope there's space for an spanish history.
The plot tells the life of the Lone Wanderer, continuing the Fallout 3 main story.
Hope you like it!
Prólogo
Y así es como el trotamundos solitario se aventuró a abandonar el refugio 101, para tratar de descubrir el destino de un padre, que en su día sacrificó el futuro de la humanidad para salvar a su único vástago.
Yermo Capital resultó ser un lugar cruel e inhóspito, pero el trotamundos solitario no se dejó vencer por los vicios que se habían cobrado tantas víctimas.
Los valores heredados por su padre: desinterés, compasión, honor… guiaron su noble alma en innumerables pruebas y triunfos.
Fue al final de su noble camino cuando el trotamundos solitario comprendió el verdadero significado de la mayor de las virtudes, el sacrificio.
Por suerte, cuando el siniestro presidente escogió a nuestro héroe como instrumento de aniquilación, el trotamundos se negó. La humanidad, pese a sus muchas caras, merecía ser protegida.
Las aguas de la vida fluyeron, libres y puras, para todos y cada uno; por fin Yermo Capital estaba a salvo.
Pero la historia de la humanidad nunca terminará, pues la lucha por la supervivencia es una guerra sin fin, y la guerra… la guerra no cambia nunca.
*****
Habían pasado ya tres semanas desde la destrucción de la Plataforma B.A., el último bastión de resistencia que ofreció el Enclave en Yermo Capital. Tras muchos halagos y fiestas en honor a su nuevo salvador, los caballeros de la Hermandad del Acero pidieron por moción popular y bajo órdenes de la Centinela Sarah Lyons que el misterioso aventurero salido del Refugio 101 fuese proclamado Paladín y así agradecerle todos los esfuerzos realizados en nombre del Elder Lyons y de su victoria.
Los lunes el joven vagaba por Yermo Capital vistiendo una Servoarmadura y resguardado con un rifle de plasma modificado por uno de los Escribas de la Hermandad, pudiendo así atravesar la dura piel de los supermutantes que dominaban el centro de las ruinas de Washington D.C.
Los martes visitaba el Museo de Historia, donde se hospedaba su buen amigo Fawkes, quien le ayudó a escapar de Raven Rock una vez. Fawkes era un supermutante más a ojos de muchos, pero para el trotamundos solitario era algo más, casi como alguien de quien fiarse con auténtica seguridad.
Los miércoles visitaba Megatón, manteniendo largas charlas con Moira Brown sobre la guía de supervivencia que habían llevado a cabo; ella siempre le decía que pronto la tendría escrita pero él la molestaba diciendo que a este paso volverían a caer las bombas nucleares.
Todos los días, al ponerse el sol, se adentraba en la cueva que guardaba al Refugio 101; desde que Amata le había vetado la entrada y se había convertido en supervisora, lo visitaba todos los días y se quedaba mirando la enorme puerta de metal con el número grabado en amarillo, recordando tiempos mejores.
Su vida era, en definitiva, una rutina asquerosa. Su padre había muerto, y parte de la Hermandad seguía viéndolo como un enchufado, ya que había entrado en la tropa de Lyons de rebote.
Ya escasas veces salían de misión contra los supermutantes, pues todos los esfuerzos de la Hermandad estaban centrados en reconstruir a Liberty Prime, y los escribas, sobre todo Rothchild, se negaban a ?combatir a fuerzas inferiores de una manera tan primaria cuando podrían erradicar el problema con el enorme robot?, según palabras textuales del hombrecillo.
En muchos de sus paseos por La Ciudadela, el trotamundos solitario veía los tonteos que la Centinela Lyons se traía con el Capitán Caballero Gallows. Todas las noches ambos dormían en los mismos barracones a solas, por expresa petición de la mujer, y se levantaban bastante tarde, tanto que rara vez llegaban al toque de bocina del alba.
Pero eso no le importaba al trotamundos solitario; él no era muy romántico, y tampoco le atraía Sarah, así que todo estaba correcto.
Todo el mundo se refería a él como Paladín Solitario. A menudo, en muchos de sus paseos por el patio de La Ciudadela, escuchaba por donde pasaba cuchicheos entre los iniciados acerca de sus muchísimas haza?as logradas, así como del duro camino que había recorrido para llegar hasta donde estaba.
Cuando el tiempo se lo permitía, visitaba el monumento a Jefferson, donde estaba ubicado el Proyecto Pureza. Allí, los científicos habían hecho avances significativos y colocado una placa en honor a James, el padre del trotamundos solitario y principal responsable de que el proyecto de limpieza de las aguas se llevase a cabo.
Muchas veces se preguntaba cómo le iría a Amata como nueva supervisora. Aunque le había dolido mucho el tener que irse para siempre del que durante diecinueve a?os había sido su hogar, el trotamundos comprendía que, como nueva líder, tenía que tomar las mejores decisiones para su gente. Rara vez se le veía sonreír, pero cuando lo hacía, era porque pensaba en su infancia y en Amata.
En su Pipboy 3000 siempre estaba sintonizada la emisora de Three Dog: Radio Galaxia. La música clásica sonaba combinada con la carismática voz del pinchadiscos afroamericano ofreciendo las últimas noticias del Yermo a todos sus fieles oyentes, que no eran pocos.
Three Dog era amigo del trotamundos solitario, y muchas veces narraba las aventuras de este, así como las de la Hermandad del Acero. Los sábados ambos quedaban en el edificio de Radio Galaxia para hablar un rato.
A las doce de la ma?ana de cada día los paladines y caballeros de la hermandad se reunían en el patio de La Ciudadela para dar un peque?o discurso a los iniciados sobre la importancia del juramento al que los miembros de la prestigiosa orden estaban sometidos. Según palabras de la Capitana Caballero Dusk ?nadie que se iniciase lograría servir del todo a la legión si rompía la promesa establecida.?
Rara vez, el trotamundos se encontraba con Butch DeLoria en Rivet City; él le contaba todo sobre el refugio: las novedades, las bajas, los nacimientos… A pesar de haber pasado unos a?os muy fríos con Butch, ahora ambos se consideraban hombres hechos y derechos y, por lo tanto, amigos.
En sus ratos libres jugaba con Albóndiga y lo sacaba a pasear, siempre con cuidado de no llevarlo por ningún camino peligroso o que pudiese albergar enemigos, ya que no quería perderlo de ninguna de las maneras; era un fiel amigo.
Todas las noches se quedaba embobado mirando la foto que guardaba encima de su escritorio, donde salía su padre y él cuando era peque?o, recordando el día de su décimo cumplea?os en el Refugio.
Todos los domingos el trotamundos era enviado a recoger información a los refugios del área de D.C., esperando conseguir tecnologías necesarias para la Hermandad como un G.E.C.K. o algún elemento útil que pudiesen utilizar en su avance como principal asociación. Casi siempre era acompa?ado por un caballero o, en ocasiones de riesgo máximo, como la del Refugio 87, por la Paladín Estrella Cross.
De vez en cuando se sentaba a observar el comportamiento de sus compa?eros, sin más. Embobado, veía pasar a muchos caballeros y paladines por delante suya y se imaginaba sus historias: cómo habrían sobrevivido al mundo radiactivo, sus infancias, la cantidad de muertos que habrán visto…
Muchos de los caballeros se acercaban e intentaban gozar de la compa?ía del Paladín Solitario, como ellos lo llamaban, ya que querían irradiarse de sus aventuras e influencia. Sarah Lyons tenía muchísima confianza en aquel hombre salido del Refugio 101, ya que había puesto su vida en riesgo varias ocasiones por el bien tanto de la humanidad como de la Hermandad del Acero. Otros, como era el caso de la Capitana Caballero Durga, a pesar del arduo servicio puesto en práctica del trotamundos, guardaban recelo hacia su persona. Las razones de la repulsión eran más bien por falta de confianza, ya que ?no podían fiarse de alguien cuyo nombre desconocían.?
Pasó el tiempo y el trotamundos cumplió los veinticinco a?os. Con seis a?os de servicio ininterrumpido a la Hermandad del Acero fue incluido en los archivos honoríficos de la orden, guardando así un lugar en la futura historia.
Papá ya no estaba, y nadie podía defenderle de los malhechores. Ahora, convertido en Paladín, era respetado por los suyos y temido por sus enemigos, haciéndolos huir en cuanto estos veían el relucir plata del acero de su servoarmadura.
Esa no era la vida que el trotamundos solitario había deseado, pero, para bien o para mal, era la vida que le había tocado.